Los conflictos comunitarios están muy presentes en nuestro día a día. En medios de comunicación, cada vez se proyectan más noticas de conflictos vecinales, casos de ocupaciones que tienen a toda la comunidad o a todo el municipio movilizado, vecinos molestos que rompen la convivencia…

También nos encontramos con situaciones derivadas de la pandemia y los confinamientos que han generado roces entre vecinos y vecinas, molestias por ruidos, música alta, quejas de vecinos por fiestas y botellones, situaciones derivadas de la patología mental, etc.

Desde los servicios de mediación y en las diferentes intervenciones comunitarias que realizamos desde Fundación Gizagune, día a día damos respuesta precisamente a estos conflictos buscando la manera de poder llegar a acuerdos entre las partes, o encauzar de alguna manera la situación de conflicto generada.

Hoy os queremos dar una pequeña pincelada a algunos factores que ejercen de píldoras preventivas o contenedoras que se establecen mucho antes de que las situaciones de conflicto detonen. Elementos que tienen un gran poder en la manera en las que las comunidades se relacionan, construyen, perciben y dan respuesta a los conflictos que en definitiva son parte de la convivencia entre vecinas y vecinos.

La psicología social y la convivencia

En una sociedad cada vez más cambiante, individualista y con menos arraigo a los lugares y a las personas, nos centramos en la psicología social como clave para entender y trabajar en las comunidades.

Entendiendo la psicología social como la ciencia que estudia los fenómenos sociales e intenta descubrir las leyes por las que se rige la convivencia. Ponemos la mirada en la forma en la que están organizadas las comunidades, las dinámicas relacionales que se establecen entre las personas, los comportamientos, roles, etc.

Los componentes del Sentido de comunidad

Así nos encontramos con el paradigma de Sentido de comunidad, que se fundamenta sobre la pertenencia de las personas a un espacio común y, por tanto, a una misma forma de vida que estimula una conciencia de participación, una implicación, para resolver problemas comunes (Musitu, 1991).

McMillan y Chavis (1986) señalan cuatro componentes específicos del concepto que tienen que estar presentes para que hablemos de sentido de comunidad:

1. Membrecía. Consiste en el sentimiento de haber invertido parte de sí mismo en la comunidad, y de pertenecer a ella.
2. Influencia. Hace referencia al poder que las y los individuos ejercen sobre el colectivo, y recíprocamente al poder de las dinámicas del grupo sobre sus miembros.
3. Integración y satisfacción de necesidades. Este elemento tiene que ver:
   • Con los valores compartidos por los miembros del grupo.
   • Con el intercambio de recursos para satisfacer las necesidades de los integrantes. (Maya-Jariego, 2002).
4. Conexión emocional compartida. Los miembros reconocen la existencia de un lazo compartido.

En resumen, ante una realidad en la que los conflictos y la ruptura de la convivencia están tan presentes, es esencial no solo dar respuesta a los mismos, sino trabajar en elementos preventivos y fortalecedores que doten a las personas y a las comunidades de herramientas para poder gestionarlas de una forma satisfactoria.