En el post de hoy seguimos trabajando con un tema fundamental que entra en juego tanto si hablamos de la gestión de conflictos, como si hablamos de la vida en general, que supone el espacio en el que éstos nacen, se desarrollan y, cuando es posible, se solucionan. Hablamos concretamente de las emociones, esas pequeñas o grandes intrusas, que, especialmente en situaciones de conflicto, pueden alterar tanto física como psicológicamente a las personas que están envueltas en él y, más concretamente aún, vamos a hablar del momento en el que, las emociones, nos invaden de forma extrema, haciendo que perdamos el control. A este momento se le denomina “secuestro emocional”.
Para ello, trataremos de definir lo que significa estar en un estado de secuestro emocional, nos centraremos en explicar brevemente qué hacer como profesionales de la gestión de conflictos cuando una de las partes en conflicto es invadida por él y, también, por supuesto, cuando esto nos ocurre a nosotras como profesionales.
Secuestro emocional
Es muy probable que todas las personas nos hayamos visto en situaciones o podamos reconocer momentos en los nos encontramos invadidas por emociones desagradables o que, cuanto menos, nos inquietan, como podrían ser la ira o el miedo. Hablamos de esos momentos en los que este tipo de emociones nos ciegan por completo y nos llevan a tener reacciones o a cometer actos que, en otras circunstancias, serían impensables. Se trata generalmente de reacciones desproporcionadas que nos atrapan y hacen que perdamos el control de la situación o, incluso, de nosotras mismas y nosotros mismos. En estas situaciones nos encontramos ante un claro caso de “secuestro emocional”.
La realidad es que todas las personas en algún momento, en mayor o menor medida, con más o menos frecuencia, hemos sido víctimas de un secuestro emocional. Se trata de momentos en los que la emoción nos invade, nos atrapa y fomenta que actuemos sin pensar, dejándonos llevar por ese sentimiento y, generalmente, pasado ese momento crítico no solemos recordar demasiado bien qué ha ocurrido y por qué.
Cuando nos encontramos envueltas/os en un estado de secuestro emocional, lo que nos ocurre, es que reaccionamos de forma automática a estímulos tratados por la parte más emocional de nuestro cerebro, es decir, el sistema límbico. Por tanto, en estas situaciones el centro del sistema límbico responde con mayor velocidad que la parte racional del cerebro o neocórtex, declarando así una especie de “estado de emergencia” y reclutando todos los recursos del cerebro para hacerla frente. Y la realidad es que esto ocurre en muy pocos segundos y, con ello, se genera de forma inmediata una reacción en la corteza prefrontal, que supone la zona vinculada con la reflexión, para que no tengamos tiempo de evaluar lo que está ocurriendo y decidir de forma racional.
También es fundamental aclarar que, para nada es cierto que todos los secuestros emocionales tengan connotaciones negativas. Seguro que todas las personas hemos sufrido, en más de una ocasión, un ataque de risa en el que no somos capaces de controlarnos. En momentos como estos también es la amígdala la que toma el control de la situación y nos impide pensar.
Por ello, a nosotras se nos genera una pregunta, ¿qué ocurre cuando se da una situación de secuestro emocional cuando tratamos de gestionar un conflicto a nivel profesional o, cuando estamos en medio de un proceso de mediación?
Gestionar un conflicto en situación de secuestro emocional
Cuando las personas están en conflicto y, éste está muy escalado, es frecuente que entren en un estado de secuestro emocional, que supone para ellas la pérdida transitoria del control racional de la situación. Como hemos explicado, la parte emocional del cerebro (amígdala) puede más que la racional y, esto puede llevar a las partes a decir o hacer cualquier cosa de forma impulsiva. Pues bien, lo que debe hacer la persona mediadora ante un caso de secuestro emocional es cambiar el foco de atención para rebajar el nivel de tensión que tienen las partes, ya que, en un momento así, no se puede exigir a las personas que racionalicen nada debido a que, en una situación como esta, se pierde completamente el sentido común. Por ello, la opción más recomendable es parar hasta que esta tensión se reduzca y las personas puedan volver a evaluar más racionalmente la situación.
Sin embargo, ¿qué hacemos cuando somos nosotras, como personas profesionales, quienes nos encontramos atrapadas en un estado de secuestro emocional?
Cuando es a nosotras, las personas mediadoras o profesionales de la gestión de conflictos, a las que nos invade esta sensación de secuestro emocional, debemos utilizar la técnica del semáforo:
- DETENERSE, para controlar los impulsos. Evitar reacciones impulsivas.
- CALMARSE, pensar antes de actuar. Tratar de dominar las emociones.
- EXPLORAR las alternativas y escoger la mejor de forma racionada.
Además, como ya explicamos en el post en el que hablábamos de las “habilidades fundamentales de la persona mediadora”, hacer frente a este tipo de situaciones implica la necesidad de alimentar nuestra inteligencia emocional, la cual es definida por Daniel Goleman (1.995) como:
“La capacidad de comprender las emociones y conducirlas, de tal manera que podamos utilizarlas para guiar nuestra conducta y nuestros procesos de pensamiento, para producir mejores resultados”.
Según Goleman se trata de “armonizar cabeza y corazón”. Y tú, ¿te reconoces en situaciones de secuestro emocional?
3 comments
Join the conversationveronica - 30/07/2020
frustración
ROSA RIVERO - 27/10/2022
Muy interesante esta información y bastante útil. Me encantó.
Fundación Gizagune - 28/10/2022
Muchas gracias Rosa! Gracias por leernos!