Si lo piensas, pasamos años de nuestra infancia aprendiendo a hablar, a escribir y a leer, pero ¿cuándo nos enseñan a escuchar? Es un elemento que se da por hecho simplemente porque las voces llegan a nuestros oídos, pero a las personas no se nos oye, se nos escucha.
Seguro que os suena esta frase “oímos la mitad de lo que nos dicen, escuchamos la mitad de lo que oímos y recordamos la mitad de lo que escuchamos”, y no le falta razón. Es por ello, que, en el post de hoy, reflexionamos sobre la asignatura troncal de la comunicación: la escucha.
Cuándo escuchar a la otra parte
Algo interesante que llevamos observando en los años de experiencia en los servicios de mediación, es que las personas pensamos que la otra persona ha de estar dispuesta a escuchar en el momento elegido por nosotras, porque por supuesto, es el idóneo. Es más, cuando se les pregunta por las soluciones que han intentado antes de acudir al servicio, en muchas ocasiones responden “si yo subí a su puerta para hablar, pero no me abrió”, “si ya intenté hablar con ella, pero terminamos gritándonos…”. Este tipo de comunicaciones, a las que he denominado “conversaciones de descansillo”, suelen tener un resultado ineficaz ya que podemos estar en distinta sintonía.
Es importante entender que no siempre estamos en un estado óptimo para escuchar. Un día de mucho trabajo, las prisas, preocupaciones… derivan en una alta emocionalidad que no permite buscar entendimiento sino terminar lo antes posible. En las sesiones individuales es enriquecedor trabajar este aspecto y una frase que solemos recordar es “a emociones intensas soluciones exageradas”, con el objetivo de que busquen espacios de diálogo de calidad.
Precisamente mucho porcentaje del éxito de las mediaciones reside en que el encuadre facilita la escucha, y por tanto el entendimiento. De hecho, las mediaciones directas, en las que se da un encuentro dialogado dirigido, tienen un gran poder ya que se dan las condiciones necesarias para que cada cual exprese sus intereses y realidades y de manera natural, se pase de la transacción a la transformación.
Como profesionales, cuanta más atención invirtamos en buscar entender, mejor comprenderemos, mejores serán nuestras intervenciones y ganaremos la confianza de la persona que tenemos delante.
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