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Cada 15 de octubre conmemoramos el Día Mundial de la Mujer Rural, una fecha para reconocer el papel esencial que las mujeres rurales desempeñan en el desarrollo de sus comunidades. Esta jornada nos invita a reflexionar sobre su contribución al bienestar colectivo, y a valorarlas como verdaderas líderes en la construcción de paz social.

Según la ONU Mujeres las mujeres rurales son una cuarta parte de la población mundial. Éstas aparte de ser agricultoras, asalariadas y empresarias, son agentes clave en la vida de sus comunidades. No solo participan en la producción, sino que también actúan como tejedoras de relaciones, redes de apoyo y espacios de cooperación. Sin embargo, se enfrentan a desafíos como la desigualdad, la falta de recursos y la violencia, que limitan su acceso a oportunidades. Su capacidad para afrontar estos retos y construir soluciones colectivas las convierte en piezas fundamentales para el fortalecimiento de la convivencia pacífica.

En contextos donde los recursos pueden ser limitados, las mujeres rurales suelen estar al frente de iniciativas comunitarias que promueven la colaboración y la mediación en conflictos locales. Su liderazgo no se basa únicamente en la gestión de crisis, sino en su habilidad para generar diálogo y fomentar el entendimiento mutuo entre los miembros de la comunidad. Estas mujeres, con su experiencia y conocimiento del entorno, están construyendo un futuro más inclusivo y equitativo.

Desde Fundación Gizagune estamos convencidas de que la paz y la convivencia no se imponen desde el exterior, sino que surgen desde la base, a partir de las relaciones humanas cotidianas. Y en las zonas rurales, son muchas veces las mujeres las que, desde su liderazgo, impulsan estas dinámicas transformadoras.

Es crucial reconocer a las mujeres rurales no como figuras pasivas que requieren intervención, sino como las protagonistas activas que ya están generando el cambio. Este Día Mundial de la Mujer Rural, queremos reafirmar nuestro compromiso de apoyar su liderazgo y visibilizar su labor en la construcción de sociedades más justas y pacíficas.

Cada vez que una mujer rural toma la iniciativa para resolver un conflicto o mejorar la vida de su comunidad, está contribuyendo a la construcción de un futuro más equitativo para todos. La paz se construye día a día, con acciones pequeñas y decisiones colectivas.