En nuestro post sobre los diferentes tipos de oreja haciendo hincapié en la importancia de la escucha y de las interpretaciones en la comunicación. En este post, también hablaremos de la comunicación, pero esta vez haciendo referencia al comportamiento competitivo como elemento de bloqueo. ¿Pero, de qué hablamos cuando hablamos de respuestas competitivas?
La comunicación propositiva o competitiva, es aquella en la que nos ponemos en un plano superior al otro. Cuando respondemos aconsejando al otro, diciéndole lo que debería de hacer o dejar de hacer o haciendo afirmaciones sobre cómo es la persona, nos posicionamos en un rol de superioridad dando a entender que creemos saber mejor que el otro lo que le está ocurriendo. Este tipo de comunicación o comportamiento, lejos de establecer un clima facilitador y cooperador, lo que suele generar es una respuesta también competitiva o defensiva por parte del otro, no permitiendo que la persona se sienta comprendida y en consecuencia bloqueando la propia comunicación entre las partes.
Respuestas propositivas
Estas son algunas de las respuestas propositivas más frecuentes ¿os resultan familiares?
- El juicio de valor: Eso no está bien “no puede ser que..”
- La interpretación: “A ti lo que te pasa es que…”
- El estímulo: “Venga tranquilo/a, seguro que no es para tanto”
- El consejo: “Lo que tendrías que hacer es…”
- La encuesta: Interrogatorio ¿Has…? Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuántas veces? Etc.
En el siguiente texto, R. O´Donnell hace referencia al impacto que este tipo de respuestas tiene en el otro y la importancia de la escucha activa para poder favorecer un clima adecuado que facilite la comunicación y poder llegar a un entendimiento mutuo:
Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a darme consejos, no has hecho lo que te pedido.
Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a decirme por qué no tendría que sentirme así, no respetas mis sentimientos.
Cuando te pido que me escuches y tú sientes el deber de hacer algo para resolver mi problema, me has fallado, por extraño que parezca.
¡Escúchame! Todo lo que te pido es que me escuches, no que hables, ni que hagas. Solo que me escuches.
Aconsejar es fácil, pero yo no soy un/a incapaz. Quizá esté desanimado/a o en dificultad, pero yo no soy un/a inútil.
Cuando tú haces por mí lo que yo mismo/a podría hacer y no necesito, no haces más que contribuir a mi miedo y debilidad.
Pero cuando aceptas, simplemente, que lo que siento me pertenece, aunque sea irracional, entonces no tengo que intentar hacértelo entender y puedo continuar la tarea de comprender lo que hay detrás de ese sentimiento irracional. Y cuando queda claro, las respuestas son obvias y no necesito consejo. Los sentimientos irracionales adquieren sentido cuando comprendemos qué hay detrás de ellos.
Quizás por esto rezar funciona a veces para algunas personas, porque Dios es mudo y no da consejos, porque no intenta solucionar las cosas.
Si te escuchan, te dejan descubrir por ti mismo/a. Por lo tanto, por favor, escúchame, y si quieres decir algo, espera tu turno un minuto y yo te escucharé.
(O´Donnell, R., La escucha, en Pangrazzi, Sal Terrae, Santander, 1989, p. 43.)
Con este texto de O´Donnell volvemos a incidir en la importancia de la escucha y a reflexionar sobre ello. En nuestro ámbito profesional es una cualidad básica para llegar a encontrar los caminos por donde vamos a enfocar nuestro trabajo como personas mediadoras.
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