Uno de los “trucos” en la gestión de conflictos es transformar la culpa en responsabilidad.
De pequeños y pequeñas nos enseñan a que “siempre hay un culpable”, por ejemplo: de pequeños era la pared contra la que nos habíamos chocado, luego era un o una compañera de clase, un familiar, más adelante es la pareja, el jefe… y en consecuencia, no asumimos responsabilidades de lo que nos ocurre y vivimos eternamente en el victimismo, con frustración e impotencia ante las circunstancias.
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