Un año más, a pocos días del 25N, proclamado por Naciones Unidas Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, hacemos una mención especial a esta fecha. A pesar de que nuestros deseos son que esta fecha no fuera necesaria, nos parece importante como símbolo de la necesidad de acabar con todas las formas de violencia, discriminación y opresión que son una realidad y afectan negativamente en la búsqueda y trabajo en favor de la igualdad efectiva de mujeres y hombres.
La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, en su exposición de motivos detalla:
“La violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión”.
Como muestra la propia ley, la violencia contra las mujeres representa la más brutal manifestación de la desigualdad entre mujeres y hombres. Resulta ser la expresión más dura de una violencia contra las mujeres que vivimos todas las mujeres en el mundo, cada día y que comienza con cosas tan sutiles, que muchas veces somos casi incapaces de ver. En este sentido, en el post en el que hablamos de estereotipos de género, se describen estas cuestiones.
Se habla de violencia de género porque son agresiones cuyo origen es el sistema sexo-género. La violencia contra las mujeres supone un mecanismo de control cuyo origen es la jerarquía sexual que se perpetúa y alimenta de muchas maneras, desde la más sutil a la más violenta.
Violencia violencias contra las mujeres
A pesar de que el Día Internacional hable de la “eliminación de la violencia contra la mujer” nosotras queremos añadir el matiz de hablar de violencias (por ser múltiples, diversas y variadas) contra las mujeres (por no entender que exista un único modelo de ser mujer, entendiéndonos también como múltiples y diversas).
Acerca de este tema también queremos poner el foco en la incongruencia que observamos en la propia Ley Integral, en la que, a pesar de hablar de desigualdad a nivel global, define y tipifica esta realidad de una manera estrecha en la práctica.
En este sentido, la propia Ley define la violencia contra las mujeres como:
«manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia”.
Debemos ser conscientes de lo estrecha que puede resultar esta definición en el sentido de dejar fuera de esta realidad la cantidad de violencias que sufrimos y sufren las mujeres, también por hombres con quienes no necesariamente mantienen o han mantenido relaciones afectivas. Pensemos por ejemplo en las agresiones que sufren mujeres que ejercen la prostitución.
En este sentido, creemos que la apuesta firme debería ser ampliar la visión y responsabilizarnos de este problema, desde todas las ópticas para que el final de la violencia sea algo realmente posible.
Queremos un mundo y unas sociedades libres de violencias, libres de machismo, discriminación y opresión. Queremos personas concienciadas con la necesidad de alcanzar la igualdad, trabajando unidas en favor de la justicia social, hasta que todas seamos libres y podamos vivir sin miedo, sin temor a que nuestra posición en el mundo (sea por el sexo con el que nacimos o cualquier otra cuestión) suponga un riesgo de ser agredidas.
Para ello, nuestro mayor deseo es poder avanzar, comenzando desde la educación y siguiendo por todos los espacios, públicos y privados, en la conciencia y deconstrucción de aquellos factores ideológicos que hacen que todas las violencias sigan formando parte de una realidad normalizada.
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