La frustración es una emoción más que las personas que trabajamos en ámbito de gestión de conflictos debemos ser capaces de gestionar de la manera más adecuada para evitar que afecte negativamente a la propia intervención.
No obstante, la realidad es que en ocasiones es inevitable que las y las profesionales nos frustremos ante situaciones en las que el malestar de las partes nos acaba afectando. A continuación, se exponen algunas situaciones que pueden llevarnos a eso:
- Cuando las partes están más centradas en la lucha que en encontrar la solución
- Cuando las necesidades de las partes exceden a nuestras posibilidades de intervención
- Cuando existen intereses ocultos que no somos capaces de desvelar
- Cuando nuestro cansancio limita la capacidad de acompañar a las partes
- Cuando las partes quieren ir rápido y no somos capaces de cubrir esa necesidad
…
Los altos niveles de emocionalidad en el conflicto trasmitidos por las partes, a veces pueden acabar generando tensiones en quienes nos dedicamos a este ámbito y esas tensiones pueden acabar derivando en frustraciones o enfados que debemos revisar.
Más allá de que nuestra labor es acompañar a las partes en el proceso, marcar el ritmo y desvelar los intereses para favorecer las opciones de llegar a un acuerdo, existen momentos en los que las situaciones de conflicto pueden llegar a afectarnos y en las que nosotras/os también necesitamos ayuda para reflexionar sobre lo que nos pasa.
Cuando nuestras propias emociones limitan nuestro campo de visión y en consecuencia la intervención, contar con miradas externas que ven la situación de una manera más objetiva nos ayuda a abrir nuestra visión y ampliar las posibilidades de intervención. Por eso es tan importante que los y las profesionales supervisemos nuestro trabajo y trabajemos en equipo, disponiendo de espacios donde poder mirarnos en el espejo y reflexionar sobre estas cuestiones.
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