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Gestión de conflictos, mediación y promoción de la convivencia

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Compartimos experiencia: tensiones vecinales

Continuamos con el hilo en el “Compartimos experiencia” relatando ejemplos anónimos de los tipos de casos en los que intervenimos desde nuestros servicios de mediación comunitaria. Creemos que todo es más sencillo de entender cuando podemos imaginarlo o cuando nos lo explican a través de casos, ejemplos o hechos.

Como os contamos, los temas más comunes en los que intervenimos a través de la mediación en comunidades vecinales son problemas relacionados con impagos por parte de algún/a vecino/a, falta de transparencia en la gestión de la comunidad, malestar provocado por ruidos, cuestiones relacionadas con espacios comunes o tensiones generadas por la manera de relacionarse entre vecinos y vecinas. En este post veremos un ejemplo de cómo las tensiones vecinales pueden provocar malestar en toda una comunidad.

Tensiones vecinales históricas

Recibimos una solicitud de mediación por parte de una administración de fincas que gestiona una comunidad. En el asunto de la solicitud se expone problemas para la colocación de un ascensor. Citamos a la persona que administra la comunidad y nos cuenta que se trata de un edificio antiguo, con vecinos y vecinas “de toda la vida”, en el que, algunos/as de los/as propietarios/as de origen han fallecido o se han mudado y, por este motivo, en los últimos años, han ido incorporando algunas personas jóvenes, pero en el que aún, la mayoría de vecinos/as llevan más de 50 años viviendo allí.

Al contar con una vecindad con una cierta edad, la comunidad acoge un gran número de personas mayores, algunas de ellas con problemas de movilidad. El edificio no dispone de ascensor, lo cual dificulta enormemente la accesibilidad del edificio. Sin embargo, la administradora de fincas nos cuenta que cada reunión es “un caos” y cada vez que se trata de plantear la eliminación de barreras arquitectónicas, se termina en discusiones y sin concretar “nada”.

Decidimos citarnos con cada unidad convivencial por separado, con el objetivo de recoger información acerca de lo que podría estar dificultando la consecución de acuerdos. Tras varias reuniones, comenzamos a intuir que “el problema” no está en el ascensor, ya que, objetivamente, cada vecino/a nos expone de alguna forma u otra que se trata de una necesidad importante de cubrir. Al parecer, en el edificio hay más bien un enfrentamiento de posturas motivado por tensiones históricas sin resolver, que llevaron a enfados entre los vecinos y vecinas de origen y que crearon una brecha que separó a la comunidad en dos grupos.

Indagando un poco más, descubrimos, que las familias que originalmente comenzaron a vivir en este edificio eran aproximadamente de la misma quinta, por lo que tuvieron hijos e hijas que fueron juntos/as al colegio, jugaban en el barrio, en muchas ocasiones, los niños/as cenaban juntos/as en casa de alguno/a de ellos/as y tenían una muy buena relación, que iba más allá de la mera comunidad, ya que, habitualmente, las familias hacían planes juntas.

Sin embargo, cuando los hijos e hijas de estos/as vecinos/as eran adolescentes, hubo un fuerte enfrentamiento que nunca se solucionó y llevó a algunas familias a dejar de hablarse, saludarse e incluso provocó más enfrentamientos posteriores. A partir de entonces, parece que la comunidad se dividió en dos grupos, lo que uno proponía era rebatido por el otro, en los rellanos, vecinos y vecinas se reunían para criticarse los/as unos/as a los/as otros/as. De esta manera, cualquier iniciativa parecía imposible de salir adelante, puesto que la falta de acuerdo evocaba tensiones históricas en la comunidad  y “todo terminaba siendo un problema” que se gestionaba mediante discusiones, insultos y faltas de respeto.

A lo largo de las reuniones tuvimos que emplearnos mucho en el dolor de cada persona, reconociéndolo y buscando maneras para que, cada vecino y vecina, se sintiera lo suficientemente reparado/a o gestionara su capacidad para separar asuntos diferentes, para poder abordar la necesidad actual de la comunidad vecinal.

Hicieron falta muchas reuniones, pero finalmente, se logró acordar la mejor manera de eliminar las barreras arquitectónicas de este edificio permitiendo que fuera accesible para todas y todos.

En el próximo post, os seguiremos relatando ejemplos (ficticios pero realistas) de los conflictos más comunes que trabajamos desde la mediación comunitaria y compartiendo experiencia para seguir creciendo.

Fundación GizaguneCompartimos experiencia: tensiones vecinales
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