Sales de casa, subes al ascensor y te encuentras con él, subes al metro y te sientas junto a ella, dejas a tu hija en el colegio, llegas al trabajo, paseas por la calle, entras al supermercado, y… siempre están ahí. Es él, es ella.
Es el Otro, la Otra.
¿Pero quiénes son los otros? ¿Quiénes son todas esas personas con las que nos cruzamos cada día, las personas con las que (incluso sin quererlo), nos relacionamos cada día?
No son sólo personas, no. Son identidades, son ideas, son pasado, son recuerdos, son futuro, son opiniones, son formas de ver el mundo.
Eso es El OTRO.
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha vivido la experiencia de encontrar nuevas personas, de contactar con nuevas tribus, grupos, culturas, personas desconocidas que se cruzan en nuestro camino…
Así que en algún momento debió aparecer la siguiente pregunta, ¿cómo debo relacionarme con la persona a la que aún no conozco? ¿Qué actitud debo tomar ante el Otro? ¿Cómo tratarle?
Esta es la pregunta que Ryszard Kapuscinski se hace en un texto que titula “El encuentro con el Otro como reto del siglo XXI”
Para responderla, elude a tres diferentes posibilidades de afrontar lo desconocido. Estas son, según él, las tres maneras en las que puedes afrontar lo desconocido.
3 posibilidades de afrontar lo desconocido, el Otro
- Puedes elegir la guerra, el duelo, una escalada de conflicto basada casi siempre en el miedo y la anticipación negativa de las acciones del Otro. Entiende Kapunscinski que esta opción es la constatación de la derrota del hombre, de que éste no ha sabido o no ha querido encontrar una manera de entenderse con los Otros.
- Otra de las opciones será la de encerrarte, blindarte, llegando incluso a levantar murallas que te separen de lo desconocido. Si conocemos ejemplos de este tipo en la historia que a todos/as nos resultan comunes, también podemos ver cómo muchas de nuestras ciudades y barrios se convierten en zonas residenciales que se separan del resto, estableciendo espacios de homogeneidad que nos “libran” de la diferencia.
- Pero tienes otra opción, la del diálogo: entablar una conversación, cooperar, establecer un lugar de encuentro. Un lugar en el que reconocer al Otro como parte de un Nosotros.
Los filósofos Dialoguistas, con Lévinas, entre ellos, defendían que ante el Otro, “no sólo debo colocarme en pie de igualdad y mantener un diálogo, sino que tengo la obligación de ser responsable de él”.
Apuntan el deber de sostener posturas abiertas, de acercamiento y buena disposición ante el Otro diferente, ante la diversidad.
De alguna manera, vemos nuestro trabajo en la comunidad reflejado en esta idea, en la idea de entender que, si como habitantes del planeta, ciudadanos/as de un país y vecinos/as de un barrio, vamos en el mismo carro: todas las personas somos Otros antes los Otros.
Entendemos que el trabajo por la convivencia es el trabajo por la aceptación de la diversidad como riqueza, es el trabajo por el conocimiento y el reconocimiento mutuo. Es el trabajo por la gestión dialogada de la diferencia.
Porque, al fin y al cabo, vivir no es más que aprender a convivir.
¿Tú por qué opción optas?
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