Muchas veces y pese a que no consideramos violenta nuestra actitud al hablar, nuestras palabras ofenden o hieren, no sólo a la persona con quien hablamos si no a nosotros/as mismos/as. Según Marshall Rosenberg, la comunicación no violenta apunta a sustituir nuestras antiguas pautas de defensa, evitación o ataque automáticos por la consciencia en la utilización del lenguaje. Cuatro son los componentes sobre los que trabaja Rosenberg en su libro “Comunicación no violenta” (1999). Los descubrimos a continuación.
4 factores para la comunicación no violenta
1. Observar, no evaluar
No evaluar es tarea complicada, aunque hacer el esfuerzo merece la pena cuando pretendemos establecer una conversación en la cual las palabras se conviertan en ventanas y no en puertas que acaben bloqueándola. Cuando mezclamos la observación con la evaluación corremos el riesgo de que la persona se quede con la parte negativa del mensaje.
No se nos pide que seamos totalmente objetivos/as ni tampoco que nos abstengamos de hacer evaluaciones. Lo único que nos dice es que mantengamos una separación entre nuestras evaluaciones y nuestras observaciones.
Observación con evaluación: «Eres demasiado generoso»
Observación sin evaluación: «Si das el dinero de tu comida a los demás, creo que eres demasiado generoso»
Observación con evaluación: «Nunca haces lo que te pido»
Observación sin evaluación: «Las tres últimas veces que te he pedido un favor, me has dicho que no podías.»
2. Expresión de sentimientos
Cuando elaboramos un vocabulario de sentimientos que nos permite describir de forma clara y precisa nuestras emociones, nos resulta más fácil comunicarnos con los demás. Al mismo tiempo que nos hace más vulnerables, la expresión de nuestros sentimientos puede ayudarnos a resolver conflictos. La CNV distingue entre la expresión de sentimientos reales y las palabras y afirmaciones que sirven para describir ideas y hacer valoraciones e interpretaciones.
El lenguaje suele dar pie a confusiones, como cuando utilizamos el verbo sentir cuando en realidad no estamos expresando un sentimiento. Por ejemplo, en la frase: “Siento que no ha sido un buen negocio”, sería más adecuado decir creo que siento.
El poder expresar el sentimiento facilita la comprensión del mismo. Partimos por tanto del hecho de que toda emoción es legítima, lo importante es aprender a expresarla sin dañar o culpar a la otra persona.
3. Reconocimiento de las necesidades que hay detrás de nuestros sentimientos
Se parte aquí de la idea de que lo que digan o hagan los/as demás puede ser el estímulo, pero nunca la causa de nuestros sentimientos. No podemos hacer a la otra persona responsable de cómo nos sentimos (“me has hecho enfadar”, “me has puesto de mal humor”…).
Los juicios, críticas, diagnósticos e interpretaciones que hacemos de los demás son expresiones de nuestras propias necesidades y valores. Cuando los demás perciben una crítica, acostumbran centrar su energía en la autodefensa o el contraataque. Cuanto más directa sea la conexión entre nuestros sentimientos y nuestras necesidades, más fácil será para los demás comprendernos y responder de un modo compasivo.
4. Expresión de los deseos
El último componente de la CNV se ocupa de lo que queremos pedir a los demás para enriquecer nuestra vida. Al hablar, cuanto más claramente manifestemos qué queremos, más probable será que lo consigamos.
Hagamos nuestras peticiones conscientes:
Es habitual que la gente hable sin saber muy bien lo que pide en realidad. Según Rosenberg, siempre que le decimos algo a una persona, le pedimos algo a cambio. Cuanto más claros/as nos mostremos con respecto a lo que esperamos de la otra persona, más probabilidades tendremos de que nuestras necesidades se vean satisfechas.
Solicitemos la confirmación de nuestras palabras:
Como sabemos, lo que se entiende no siempre es lo que hemos querido decir. Por lo general nos basamos en ciertas claves verbales que nos indican si lo que pretendemos transmitir se ha entendido, aunque no tenemos la seguridad absoluta de que sea así. Para ello lo mejor será pedirle claramente una respuesta a la otra persona con el fin de saber cómo ha entendido nuestras palabras y poder corregir cualquier interpretación incorrecta.
Pidamos sinceridad:
Por lo general, la sinceridad a la que aspiramos toma una de estas tres direcciones:
- Los sentimientos provocados por nuestra petición. “me gustaría que me dijeras qué sientes con respecto a lo que acabo de decir y cuáles son las razones de esos sentimientos”.
- Pensamientos: “me gustaría saber qué piensas sobre lo que he dicho”
- Si la otra persona está dispuesta a hacer determinadas cosas que le hemos recomendado o pedido: “quisiera saber si estás dispuesta/o a…”.
Las peticiones frente a las exigencias:
Cuando una persona percibe que le están exigiendo algo, sólo ve dos opciones posibles: la sumisión o la rebelión. Cuanto más censuremos o maltratemos a los demás o hagamos que se sientan culpables, más probable será que interpreten nuestras peticiones como exigencias.
Expresar una auténtica petición también requiere que tengamos conciencia de cuál es nuestro objetivo. Si este estriba únicamente en influir en la persona y modificar su conducta, o en salirnos con la nuestra, la CNV no será una herramienta adecuada.
El método expuesto está pensado para aquellos que quieren que los demás cambien y respondan, pero sólo si optan por hacerlo de buen grado. El objetivo de la CNV consiste en establecer una relación basada en la sinceridad y la empatía.
La forma en la que nos comunicamos logrará que abramos o cerremos puertas en nuestras relaciones con el resto de personas, es decir, del tipo de relación que construyamos a través de la comunicación. Al igual que veíamos en el post de la semana pasada «12 trampas de la comunicación», con nuestro post de hoy hemos querido desnudar algunos de los componentes que afectan al el tipo de comunicación al que recurrimos y sus efectos. ¿Seremos capaces de esquivar estos componentes en nuestra forma de comunicarnos?
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Join the conversationJoan - 02/02/2021
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